8 días de "lloros" en el Real Madrid

Cuando en Agosto el Madrid perdía la supercopa de Europa contra el Atlético, nada hacía presagiar que acabarían perdiendo el resto de títulos a los que optaban en cosa de una semana. De hecho, se veían en primera posición de la Liga en la segunda jornada, cosa que no habían hecho en ningún momento de la temporada anterior. Parecía que sin Cr, todavía había vida.



Sin embargo, el tiempo pasaba y el fútbol no llegaba. Lopetegui se había encontrado con un vestuario roto, con demasiados egos que controlar y, sobre todo, con 50 goles al año menos de los que él había contado. El problema del gol cada vez se acrecentaba más y sustituía al del juego, polémica que nunca importó demasiado en Concha Espina pues, si algo es el aficionado madridista, es pragmático: da igual cómo juegues, lo importante es levantar copas.


Poco duró la andadura del ex seleccionador en la casa blanca, un Julen que ahora reclama al Madrid los casi 30 kilos que, según él, le adeuda el club madrileño por la rescisión unilateral de su contrato. Lo del circo y los enanos, vaya.


Llegaba Santiago Hernán Solari Poggio en unas circunstancias que parecían recordar a cuando llegó Zidane, tras destituir un entrenador antes de la primera mitad de temporada, con mal juego y peores resultados. La ilusión inundaba al madridismo. Vinicius parecía el nuevo Ronaldo, Modric y su Balón de Oro, Benzemá que recordaba cómo se metían los goles… hasta Bale daba pocos problemas. El único que no parecía muy contento era un Isco que igual a algunos les hacía recordar a Pedro León con Mourinho.


Pero, de repente, pasaba una cosa que podría haber quedado en una anécdota de cualquier noche europea más. Zona mixta de Ámsterdam, Ramos el Contento abriendo el piquito y suelta: “no es subestimar ni mucho menos al rival, ni pensar que la eliminatoria se ha pasado, pero…”. Si es que no aprendemos…



Pero lo que podía haberse quedado como una estúpida anécdota, otra más para la colección de deslices de SR4, empezaba a tomar otro color el 27 de febrero. La visita del Barcelona al Bernabéu para solventar las semis de Copa, ojo, con un buen resultado para el Real Madrid (1-1 en la ida en el Camp Nou) se terminaba con un 0-3 que pesaba más por el resultadismo que por el juego, porque siendo objetivos el Madrid realizó un buen partido en ese encuentro. Sin embargo, algo hizo click en la cabeza de algunos y empezaba a olerse el miedo a todo lo largo y ancho del Manzanares. El Madrid tachaba esa noche del último miércoles de febrero la primera de las tres competiciones que perdería en una semana.


Pero el fútbol no para, y el sábado por la noche les daba otra oportunidad para resarcirse. Mismo escenario, mismo rival pero distinta competición: LaLiga. Oportunidad de oro para recortar 3 puntos al Barsa y meterse de lleno en la lucha por levantar el trofeo a la regularidad. Qué va. Otro varapalo más, y ya iban 2. Lo que podían haber sido 6 puntos se convertía en 12 y, con tan sólo 36 en juego, es pedirle al Barsa que afloje a ritmo de más de 1 punto por partido, porque ahora hay que añadir el ficticio punto del golaverage particular perdido.

Cuando las cosas se intentaban contextualizar y querer hacerle entender a la gente que el Barsa es un grandísimo equipo y que perder contra ellos es “normal”, que aún quedaba la Championsllega el Ajax y te pasa la manita por la cara. Suena el himno de la mejor competición de Europa y no surte ningún efecto en el equipo blanco. Un partido que, según Ramos, se podía perder perfectamente porque, total… Varane y Nacho no saben todavía dónde está Tadic.



Y así fue como en una semana el Madrid perdió todo a lo que aspiraba en el 2018-2019 y no le queda otra que mirar ya, casi sin haber empezado Marzo, al 2020. Merced a confiarse, a no poner remedio a los mil fallos que se veían en las 3 Champions consecutivas que ganaron, cosa que ningún equipo volverá a hacer nunca más, pero que contaron con una gran cantidad de suerte, como les pasa a todos los ganadores, y a contar entre sus filas a uno de los mejores futbolistas de la Historia. Si se te va tu mejor jugador y no le pones sustituto, si no tienes un proyecto serio para gestionar la plantilla que te queda y, sobre todo, si te crees que sales ganando 1-0 cuando pita el árbitro el inicio del partido porque sobre el pecho llevas el escudo del Madrid… te pasa lo que te pasa.