Actores frustrados


Todas las jornadas pasan cosas similares. Jugadores simulando agresiones, fingiendo lesiones, dando vueltas de campana por el suelo, cayendo derribados por una entrada del hombre invisible. A todos se nos vienen nombres a la cabeza: Jordi Alba, Raúl García, Pichu Cúellar, Neymar, Halilovic… la práctica totalidad de los jugadores buscan engañar al árbitro en cada jugada. Sin embargo, en algunas ocasiones, la cosa no les sale tan redonda como esperaban.


Este fin de semana, el señor Álvaro Odriozola Arzallus fue víctima de su propia trampa. Remitiéndonos al acta oficial del encuentro, podemos leer como en menos de 7 minutos vio dos tarjetas amarillas, ambas por el mismo motivo: Simular haber sido objeto de infracción. En otras palabras: se fue a la calle por piscinero. 2 jugadas ridículas en las que ya había perdido la pelota y en cuanto vio la oportunidad, buscó el suelo pensando que en él encontraría la solución a su impotencia. En el castigo lleva la penitencia porque se perderá la visita al Metropolitano y, además, tras su dramática segunda caída, parece haberse hecho daño en la mano. Habrá que ver si tiene repercusión o no, aunque probablemente fuera el acto final de su gran obra circense.


Sin salirnos del País Vasco y buscando la otra cara de la moneda nos encontramos con un tipo que a mí ya me empieza a resultar repulsivo. Manuel Alejandro García Sánchez, más conocido como Manu García, volvió a deleitarnos con otra maravillosa actuación donde consiguió confundir al árbitro hasta tal punto que terminó expulsado a Charles. Práctica habitual la del capitán del Alavés que suele ofrecernos una especie de improvisación burlesque en cada duelo con un rival, donde a la mínima toca lona como un boxeador noqueado. Corren mitos de árbitros que le han dicho en pleno partido a jugadores que por culpa del historial de uno de sus compañeros, no le iba a pitar penalti en la vida. Parece que nadie haya visto vídeos de Manu García, porque jornada tras jornada nos hace una nueva representación de sus habilidades.


Muchos son los jugadores que en lugar de intentar hacer las cosas bien dentro del terreno de juego buscan ganar ventaja a través de la disciplina. Fingiendo. Simulando. Engañando. En otras competiciones está altamente perseguido y se llegan a aplicar sanciones severas. Varios partidos sin jugar. A tu puta casa. Por mentiroso. No entro ya en otros deportes como la NBA donde está fatal visto, sino que dentro del fútbol, yéndonos a las islas británicas, podemos encontrarnos con un tal Oumar Niasse. A muchos no les sonará, pero ostenta el logro de ser el primer sancionado por “flopping” (término anglosajón para las simulaciones deportivas) en la Premier League. Se perderá dos jornadas por simular un penalti en su enfrentamiento contra el Crystal Palace, cuando se tiró tras un contacto irrisorio. Pero, claro, hablamos de Inglaterra, donde la tecnología de gol lleva ya casi 4 años funcionando, donde el gol de Messi habría contado. 


Parece que en España nos guste más la polémica que el propio fútbol. ¿Nuestro equipo pierde? Sí, pero tenemos chivos expiatorios sobre los que echar nuestras pestes para desahogarnos. Árbitros, rivales, el clima, el Euribor…cualquier cosa nos sirve salvo asumir nuestras propias culpas: hemos perdido por cagones, hemos perdido por fallones, hemos perdido porque el jugador clave simuló una agresión y fue expulsado.


Existen piscineros en todos los equipos y defendiendo todos los escudos imaginables. Son una lacra extendida en el fútbol moderno. Parece que la simulación es un arte más del fútbol. Qué más dará cómo; tú, gana. Total, luego tendremos tertulias pseudofutbolísticas que echarán horas debatiendo si una jugada era falta o flopping con el resultado final que todos conocemos: los del equipo A defenderán al jugador del equipo A y los antiequipo A defenderán al equipo B.


El fútbol, el deporte más mayoritario del planeta, el deporte que menos se centra en el deporte.


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