¿Cómo se explica el rendimiento bipolar del Valencia?

Sigo intentando entender de forma lógica lo que está pasando en el Valencia. Diría que es motivación, concentración, pero deportivamente ¿es tan determinante?
Este Valencia convive a diario en una rutina tan surrealista, preocupante como atrayente. Pero, luego, llegan los fines de semana, llegan los partidos, y de repente pasan cosas, que diría un ex-Presidente del Gobierno. Este Valencia es tan interesante como desconcertante. Uno sigue a diario su actualidad, sus informaciones, su rutina, y parece que es un club ardiendo cuya llama se ve desde varios kilómetros a la redonda. El club, como institución, está ardiendo, preocupantemente haciéndose cenizas. Es una realidad. Una triste realidad.

Pero, ¿qué está pasando a nivel deportivo? ¿Por qué está firmando una montaña rusa como dinámica de resultados? ¿Qué está ocurriendo en Mestalla para ir contra la lógica?

El Valencia firmaba un empate 2-2 frente al Barcelona en el Camp Nou el pasado sábado. Un resultado, confieso, sorprendente. Tanto por el potencial histórico del rival, por tener a Messi sobre el terreno de juego, y tanto por el preocupante estado deportivo de los de Javi Gracia. Era imposible lógicamente pensar en un resultado positivo para los valencianistas en su visita a la ciudad condal. Es así. Todo lo que no fuera una derrota (casi se esperaba una goleada) iba a ser catalogado como positivo. Decir lo contrario, permitidme la licencia, sería algo inútil.
Pero ocurrió. Pero ocurrió, y no ha sido la única vez que ocurre esta temporada algo así. Grandes citas, partidos ante rivales poderosos, encuentros que suponían pruebas de fuego para el equipo. Ocurrió ante el Levante en el derbi (victoria 4-2), ante la Real Sociedad (uno de los equipos más en forma de España, victoria 0-1), ante el Real Madrid (victoria 4-1) y volvió a pasar ante el Barcelona. Victorias de prestigio que, lógicamente, hacen pensar en un equipo poderoso, competitivo, capaz de hacer cosas grandes.

Pero no. No ocurre así siempre. De hecho, las alarmas de descenso no han saltado en la capital del Turia por casualidad. El Valencia perdió ante el Celta (2-1), empató ante el Huesca (1-1), perdió ante el Real Betis (1-2), perdió ante el Elche (2-1), empató ante el Alavés o empató ante el Athletic Club (2-2). Citas que en un contexto normalizado serían favorables al Valencia. Es así. Objetivamente no eran grandes citas para los valencianistas. Pero, contra todo pronóstico, se produjeron tropiezos. ¿Qué me decís del amago de catástrofe copera que realizó ante el Terrasa? El conjunto catalán ganaba 2-0 a falta de 15 minutos, pero 2 goles en la recta final hizo que se forzara la prórroga y, ahí ya sí, se cumplió la lógica.

¿Qué ocurre? ¿Qué explicación tiene esto? ¿Por qué el Valencia es capaz de ganar a Real Sociedad y Real Madrid o empatar frente al Barcelona y de tropezar ante equipos como Huesca, Elche o Alavés? ¿Dónde nace realmente esta bipolaridad?
El factor motivación, creo, me temo, tiene mucho que ver. Es la realidad. Da la sensación que salen con otro chip, con otra mentalidad. Cuando sienten la presión de tener que llevar el control, caen, se hunden todos los planes. Sin embargo, cuando el timón recae en el rival, ante equipos poderosos, potentes, sienten más libertad, menos presión, y entonces rinden, y entonces nadie valora si los jugadores son inexpertos, incapaces, si la plantilla es corta o indecente.

Este Valencia es tan interesante como desconcertante. Una temporada cuyo objetivo debe seguir siendo la permanencia. Pensar más allá, lo he dicho muchas veces ya, sería un grave error. Frente a los grandes son capaces de lo mejor, pero luego ofrecen lo peor cuando el escenario llama al favoritismo.

Mientras tanto, seguiremos pensando, reflexionando, analizando, buscando saber qué ocurrirá finalmente con este equipo.