Cosas a cambiar en la nueva Supercopa de ciencia ficción

Se acabó la Supercopa de la vergüenza, que no de España. Ni siquiera de Arabia Saudí. Se acabó un torneo que podría haber sido maravilloso, incluso interesante, y que ha acabado siendo una nefasta gestión de imagen que, más allá de lo puramente económico (pregunten a Rubiales sobre ello: "Hemos pasado de ingresar por televisión 2.495.000€, antes, y de ahora en adelante serán 11M€"), ha dejado pocos puntos de vista positivos para el fútbol español.

Sí me gusta el formato. Me parece interesante la idea de reunir a los cuatro mejores equipos del año del fútbol español para que se enfrenten de tú a tú por un título. Reformar la Supercopa de España era necesario. Se trataba de un título que casi era considerado de pretemporada, que casi era un peso para los equipos que la disputaban y que tampoco generaba demasiado interés popular entre las multitudes. Por ello, sí, adelante con el cambio de formato. Sin embargo, han fallado las formas. Las formas del cambio (invitación a equipos que no habían hecho méritos, llevarse el torneo a Arabia Saudí...), primero, y las formas durante el torneo, segundo.

Analicemos lo ocurrido. Digamos, para empezar, que el sorteo ya era cuanto menos curioso. Casualmente todo apuntaba a un Clásico entre Real Madrid y Barcelona para la Final. Pero bien. En España se da OK a todo y para adelante. Sin embargo, han saltado polémicas y errores durante la disputa del torneo que han dejado en muy mal lugar a la RFEF, han dejado mal a la imagen del fútbol español a nivel internacional.

La venta de entradas ha sido un fracaso absoluto. Los cuatro clubes participantes, entre todos, de forma conjunta, apenas consiguieron vender por su parte unas mil entradas. Repito, entre los cuatro. Éxito total, nótese cierto grado de ironía.

La triste realidad impuesta en la sociedad saudí con las mujeres. Existe desde hace décadas, pero la Supercopa de Rubiales lo ha puesto sobre la mesa de los españoles. Aficionadas, periodistas, profesionales que acudieron a cubrir el evento. Una vergonzosa realidad que el dinero que ha movido todo este espectáculo no ha podido silenciar en la era de las fervientes redes sociales.

La realización televisiva ha tenido más de un fallo impropio de un torneo que desde las altas esferas se han empeñado en afirmar que era el mejor. De hecho, Rubiales llegó a afirmar que era "el mejor torneo corto del mundo". El gran ejemplo, el gol olímpico de Kroos al Valencia en Semifinales. ¿Alguien lo vio en directo? Seguramente los aficionados y los periodistas presentes. Todos nos quedamos sorprendidos cuando en mitad de una repetición el narrador gritaba y narraba el gol. "¿Qué ha pasado?", la primera reacción. Luego, algunas repeticiones relacionadas al cada vez más criticado VAR. Jugadas que quedaron en el olvido, casi silenciadas, casi menospreciadas. No fue una tragedia televisiva, pero estuvo lejos de la perfección en un torneo que podría haber sido explotado mucho mejor, tanto a nivel deportivo, institucional como televisivo.

Insisto. La idea no parece mala, pero todo se ha hecho mal. Es como tener uno de los mejores trajes del mercado y lucirlo con unas chanclas, como tener el más lujoso de los coches en el mercado y pintarlo de un azul turquesa aberrante. Aunque no debería ser novedad recordando que el fútbol español suele acostumbrar a este tipo de gestiones alejadas a lo perfecto. Y en España, en general, como país.

Se acabó una Supercopa que queda en la memoria como un show casi vergonzoso. Lo bueno, lo positivo, que la temporada que viene sólo se puede mejorar. Veremos si cumplen con nota el reto.