España, el país de los 40 millones de seleccionadores


Una vez más, la vuelta a la concentración de la Selección Española no pone paz en la batalla constante que supone La Liga, sino que reaviva fuegos pasados. Azuzado esta vez por la polémica de una equipación que no deja indiferente a nadie, la concentración de la Roja es de esas que es cuestionable, como poco: dos amistosos en plena Liga que sólo sirven para hacer caja, que sobrecargan a los jugadores con exceso de minutos en año mundialista y que rompe la dinámica de entrenamientos de los equipos. Además del temido Virus FIFA, con especial morbilidad en las plantillas cuanto más caras son…


Sin embargo, a Julen le ha salido un tercer toro sorpresa con el que lidiar esta tarde, más allá de los propios equipos a los que se enfrentará y a los clubes propietarios de los equipos, esas entidades a las que debe convencer de que cuidará bien de sus estrellas. Los aficionados. Todo español lleva dentro un seleccionador de fútbol frustrado que tiene ideas, revolucionarias o conservadoras, pero siempre diferentes a las del hombre que ocupe el cargo. Esta discrepancia suele centrarse en la lista de convocados primero, para continuar el día de partido con la alineación o sistema y, con la nueva convocatoria, parece que el procedimiento sigue su curso. Algunos opinan que siendo amistosos, gente tan habitual como Ramos o Piqué podrían tener un descanso y ceder su puesto a gente joven para que muestre su valía y tener alternativas para el futuro. Son los mismos que critican la convocatoria de Luis Alberto, Suso, Callejón, Vitolo o Rodrigo sin haberles visto, en algún caso, ni un solo partido, y que prefieren que jueguen siempre Iniesta, Silva e Isco en detrimento de cualquier otro.


Así pues, se avecina a otro día en la oficina para un Lopetegui que no podía haber cogido las riendas en un momento más complicado. Tras cuatro años viviendo de alquiler en la mejor parcela del Paraíso, la Selección se ha cruzado con Dante Alighieri en su camino desde el Infierno para darle al poeta el relevo. Desde que se pusiera al frente del combinado nacional en aquel amistoso contra Bélgica, Julen no sabe lo que es la derrota. Se puede argüir que los rivales tampoco suponían un titánico esfuerzo; que, salvo Italia, las demás selecciones grandes fueron amistosos; que no es bonito el juego, que no entretiene; que falta gol… Pero, señores, se venía de recibir un baño en toda regla por parte de Italia, misma medicina que se llevaron a casa de su visita al Bernabéu y que les supone tener que ir a la repesca. 


Las vergüenzas de Brasil y Francia tardarán en sanar lo que tarde La Roja en volver a enamorar y convencer con su juego o, por lo menos, sus resultados. Y es que será ese el momento en el que el aficionado seleccionador abandone su función enfrascado en disfrutar con los triunfos de su equipo. Poco a poco se va perfilando la nueva Selección de Lopetegui, la Selección cuya misión es volver a figurar entre las más grandes del mundo. Porque ya no se acepta menos. Porque se nos ha malacostumbrado.

 

Paciencia, señores. Son tiempos de transición. De probaturas, pero sin perder el norte. De airear el vestuario para quitarle el olor a naftalina, pero sin renovar por completo el fondo de armario. Julen lleva 14 meses en el cargo, 15 partidos disputados. No le echemos a los perros por convocar a la generación venidera para los amistosos. Cae sobre sus anchas espaldas la bendición de tener mucho donde elegir y la maldición de poder elegir sólo a unos pocos cada vez.


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