¿Qué le pasa a Harry Maguire?

Harry Maguire puede estar viviendo uno de los momentos más delicados de su trayectoria como futbolista profesional. Su estado de forma parece lejos de ser el más brillante y excelso, sus errores hacen acto de presencia con una preocupante rutina y sus galones en el vestuario parecen ser el único argumento a su favor para que siga siendo titular.

El central inglés se ha convertido en uno de los grandes focos mediáticos e informativos del conjunto de Manchester, pero en tono negativo. Sus actuaciones no convencen, su toma de decisiones cada vez parece tener menos criterio y el ambiente enrarecido del equipo tampoco le ayuda. Es una realidad. Maguire está contra las cuerdas. 

En Leicester demostró ser un brillante defensa que ejercía con autoridad cualquier balón aéreo tanto en área propia como rival. Era un complemento perfecto para el ataque porque poseía un poderío por alto contundente y una facilidad en el juego de pies raramente visto en un central.

Su último año en el King Power Stadium fue más que positivo, lo que, entre otras cosas, le permitieron convertirse en el central más caro de la Historia y hacer las maletas a Old Trafford para iniciar el que, seguramente, iba a ser el proyecto más exigente e importante de su vida.

El primer año en Manchester no fue nada negativo. De hecho, en ningún momento se cuestionó su estratosférico traspaso y se valoró como una buena incorporación. Maguire cumplió expectativas, pero sólo parecía ser un oasis en mitad del desierto, sólo parecía ser la calma antes de la tempestad.

Desde entonces, desde el año siguiente, la decadencia deportiva hasta convertirle en un defensa repleto de dudas, que genera más desconfianza que tranquilidad, que firma errores alejados de su experiencia y que está creando un clima de crispación preocupante.

¿Es realmente tan mal defensa como pregonan a los cuatro vientos las redes sociales? No, totalmente no. Lo que sí es cierto es que está viviendo un preocupante estado de forma que, evidentemente, parece imposible encontrar argumentos y razones para confiar en su titularidad. Y lo relevante, que lo lleva haciendo desde hace varios años, haciendo que la bola de críticas sea cada vez más grande.

Ya ocurrió algo similar la pasada temporada. Su nivel había bajado considerablemente y las raíces críticas ya empezaban a florecer cada fin de semana, en cada uno de sus partidos. Aquellos primeros brotes populares acabaron con el internacional inglés suplente, en el banquillo, durante varios partidos.

El resultado no fue nada esclarecedor. La defensa del Manchester United seguía siendo frágil, descontrolada, sin bases firmes. Sus defensores aprovecharon el escenario para señalarle y salvarle de las críticas al demostrarse que el equipo defensivamente seguía siendo permisivo sin su presencia.

Pocas semanas después, volvió. Volvió y sus actuaciones siguieron siendo decepcionante, pobres y grises. Su nivel siguió lejos de lo esperado, sus errores (cada vez más comunes) continuaron determinando el destino del Manchester United. Así hasta la actualidad. Una temporada, su cuarta como Red Devil, que ha empezado de la peor de las formas, tanto a nivel individual en su figura como a nivel colectivo.

Harry Maguire es un central de garantías. Un central de garantías que, evidentemente, pasa un preocupante estado de forma. Le pasa a él y le pasa a una plantilla que, un año más, vuelve a crear debates sobre el misterio que frena sus aspiraciones desde la salida del banquillo de Sir Alex Ferguson.