La Eurocopa sobraba este verano
La UEFA comunicó oficialmente que la Eurocopa no se disputará este próximo verano, sino el siguiente, dentro de un año. Así, la UEFA confirmó a su vez que la EURO 2020 no existirá y, entonces, todo pasará a denominarse EURO 2021.
Era la situación más lógica. Era el escenario más esperado. Era el contexto menos sorprendente. La Eurocopa era, en cierta medida, el torneo que más sobraba en este verano que apuntaba a ser completísimo. Eurocopa, Copa América y Juegos Olímpicos. Y por si fuera poco, el mercado de fichajes. Iba a ser épico. Un servidor, que se dedica al sector de los medios de comunicación, iba a ser un reto importante del que ya había tenido conversaciones al inicio de año para ir mentalizándonos de que iba a ser una tarea igual de emocionante como de exigente. Pero no. Al final nada.
La Eurocopa era, como digo, el torneo que más sobraba en un puzzle en el que había demasiadas piezas, poco espacio libre sobre la mesa y con un aglomerado de situaciones que sólo podían resolverse de una forma.
La crisis del coronavirus llamaba a ello. Primero, por la cantidad de ligas que han sido aplazadas hasta resolver dudas sanitarias ante esta epidemia que ha paralizado el mundo. Segundo, porque precisamente la UEFA había gestionado de forma muy criticada la actual edición de la Champions League (que pregunten por Mestalla). Y tercero, una de las grandes claves: el nuevo formato de la competición máxima de selecciones.
La EURO 2020 iba ser un campeonato multiescenario. Hasta aquí, nada nuevo, ya que ha habido otras ediciones que se disputaban entre varios países, pero esta edición iba a tener estadios, que no países, en diferentes territorios nacionales. Por ejemplo, Wembley en Londres, San Mamés en Bilbao o Allianz Arena en Múnich. Y así con hasta 12 sedes diferentes. Es decir, una novedosa forma de disputar el torneo que, ante la crisis sanitaria que vive Europa ahora mismo, convertía a esta Eurocopa en una edición de alto riesgo.
Es por ello que era, sin duda, un torneo que estaba llamado a suspenderse. Parecía claro. Pero a todo esto se le debía sumar que las finales europeas de Champions League y Europa League iban a disputarse en junio, o al menos esa era la idea prevista. Y todavía había más. Las ligas aplazadas deben resolverse para tener, o no, campeones. Es decir, ahora mismo el fútbol europeo sigue pendiente de la pandemia, sigue pendiente del coronavirus, y las diferentes federaciones están en alerta para, entonces, definir el calendario final, las resoluciones oficiales.
Una EURO 2020 con 12 ciudades diferentes, con gente viajando de arriba para abajo, cogiendo aviones, usando autobuses, conduciendo vehículos personales. Las dos grandes competiciones continentales de clubes pendientes de finalizar en un calendario que se ha apretado mucho con este repentino (y necesario) parón. Las grandes ligas paralizadas, esperando, con un posible desenlace que podría producirse posiblemente en junio.
Todo apuntaba a ello. La UEFA, ahora sí, con la suspensión de la Eurocopa parece haber tomado una buena decisión, pero al mismo tiempo es una solución a un problema al que, en cierta medida, ha ayudado con la no-suspensión de algunos encuentros hace apenas un mes en el que ya se sabía que existía el riesgo.
Por todo ello, una buena decisión. Ahora, lo que iba a ser un verano repleto de estímulos deportivos de primer nivel y expectación se ha convertido en un desierto deportivo que, hasta que los máximos organismos vayan comunicando y oficializando decisiones, mantiene a millones de personas retenidas (por el virus, primero) y expectantes (por el fútbol, segundo).