Leo Messi y el mal de amores

Debo ser sincero: no sé cómo empezar a escribir las siguientes líneas. Siempre he visto a Messi como un futbolista único, diferente, mágico, capaz de hacer cosas inverosímiles, de superarse año tras año. Pero hoy uno debe escribir sobre una noticia de impacto mundial que debe tomar con paciencia, tranquilidad y calma. Sobre todo, porque llega a desconcertar.

Leo Messi habría pedido salir del Barcelona. Repito, y me gustaría que leyeras de nuevo la frase siendo consciente plenamente de ello. Leo Messi habría pedido salir del Barcelona.

Uno de los mejores jugadores que este deporte ha visto dejando el único club en el que ha jugado. Es una marca. Una marca deportiva, comercial, icónica, histórica. La típica pareja que rompe después de 15 años de felicidad plena. Un shock. “¿Cómo puede ser?”, te preguntas en un primer momento. Algo que tienes tan interiorizado, tan asumido, tan naturalizado, que le has quitado cualquier otro contexto casi de forma automatizada. No concibes a Messi fuera del Barcelona. No concibes al Barcelona sin Leo.

Y de repente, la bomba. La bomba por las formas, por el feo final, por cómo parece que se está dando todo. Que Messi se vaya del Barcelona no es la noticia. Se iba a ir. Tarde o temprano, es ley de vida. Aunque no queríamos asumir su retirada, algún día llegaría. Y esto, pese a no ser una retirada (por suerte), sí es cierto que explota las mentes de los presentes por las formas, por cómo ha salido todo a la luz, por los métodos usados, por cómo puede acabar todo tras la histórica derrota ante el Bayern, con aquel último gol ante el Napoli.

Insisto. La clave no es el adiós de Messi. Iba a irse, tarde o temprano. La clave son las formas, el trato del contexto. Un burofax, damas y caballeros. Una herramienta de comunicación que muchos ni siquiera saben qué es. Todo muy burocrático, frío, desde la distancia. El jugador más grande de la historia del club diciendo que tiene decidido irse a través de un frío mensaje, sin mediar palabra, creando una tensión descomunal, como cuando ves a tu ex-pareja por primera vez y te das cuenta que se ha convertido en una persona “desconocida”.

Y ahora, el destino. Y ahora, ese nuevo amor, ese nuevo equipo que lucirá y gritará al mundo entero que tiene al mejor futbolista, al más deseado, en sus filas. No se trata de un fichaje cualquiera. Habrá un equipo que fichará a Leo Messi. Damas y caballeros. Sí, piensa fríamente en lo siguiente: Messi podría celebrar goles con la camiseta de otro club que no es el Barcelona.

Los rumores apuntan a Inglaterra, a Manchester, al Etihad Stadium. Allí, Pep Guardiola podría recibirle con los brazos abiertos. Sí, aquellas casi icónicas imágenes de Pep y Leo en Can Barça repitiéndose, pero ahora de Sky Blue. Es una posibilidad. Una posibilidad que coge peso con el paso de las horas. Lo que nacía como un rumor, sin más, ha ido cogiendo fuerza. Los escépticos han ido cambiando el discurso viendo que es real, que la operación podría producirse, que el Manchester City podría llevarse al mejor jugador del planeta.

Personalmente, como confeso seguidos de la Premier League, sinceramente, me crea un gusanillo inexplicable en el estómago. Haré uso de esa expresión popular del “No, que me enamoro” para describir lo que siento cuando pienso en que Messi podría llegar a la Liga Inglesa. En términos futbolísticos creo que crearía más diferencias, pero el morbo de ver a Messi luciendo de azul Cityzen, celebrando los goles en las islas británicas, es real. Muy real. Insisto. Como aficionado de la Premier League, ojalá.

Pero la clave de todo (retomando el inicio del texto) son las formas, los gestos antiestéticos con los que se está dando todo, la tristeza de millones de aficionados en todo el mundo, la mala gestión, la frialdad de las formas. Un amor de tantos años no puede acabar así.