Más posesión, pero decide el de siempre
Tras la destitución de Ernesto Valverde llegaba el tan ansiado debut de Quique Setién en el banquillo del Camp Nou. El preparador cántabro asume un proyecto tan ambicioso como arriesgado. Es complicado decir que no al Barça, pero igual de difícil será igualar los números de su predecesor. Por muy bien que juegue su equipo, algo que es subjetivo, si no logra ganar ni la liga ni la Champions League, lo que es objetivo, es probable Setién que vuelva a pasear con las vacas de su pueblo.
En su primer encuentro al frente del cuadró catalán introdujo diferentes variantes. Sorprendió alineando el centro del campo que tanta crítica provocó cuando lo escogía Valverde. Sobre todo, por decantarse por Arturo Vidal por delante de Riqui Puig, quien debutó esta temporada con el primer equipo el segundo tiempo. Otra de las sorpresas en el once fue la elección de Umtiti por delante de Lenglet.
En el resto de los futbolistas escogidos no hubo grandes sorpresas, pero sí en su disposición táctica cuando el Barça tenía el balón. Jordi Alba adelantaba su posición hasta colocarse de extremo, a la altura de Ansu Fati, que jugó en la banda derecha. De este modo, Sergi Roberto ejercía de central diestro, con Umtiti por la izquierda y Piqué en el eje de la línea de tres centrales.
Por delante actuó Sergio Busquets como mediocentro posicional y Rakitic y Vidal como interiores. Arriba, Messi y Griezmann tenían más libertad para moverse y asociarse. Lo que consiguió de esta manera Quique Setién es defenderse a través del balón. Sin arriesgar demasiado para evitar las contras el Barça monopolizó el balón con el 83% de posesión y 921 pases acertados de 1005 intentados.
Pero en el fútbol no dan un gol por cada 500 pases, sino que hay que introducir el balón en la portería contraria. Ahí es donde se vieron las carencias y el Barça echo de menos a Luis Suárez, que con sus desmarques abre espacios y supone una amenaza constante para las defensas rivales. Al conjunto de Setién le faltó profundidad ante un Granada muy ordenado y muy bien trabajado. En esos primeros 45 minutos tan solo se cuentan dos ocasiones, y no muy claras, en las botas de Messi y Ansu Fati.
A la vuelta de los vestuarios tampoco varió en exceso el panorama. El Barça adolecía de verticalidad, ya que de los más de 900 pases completados poco más de 200 fueron hacia adelante. Solo Messi parecía inquietar la portería nazarí, pero sin grandes ocasiones. De hecho, la más clara la tuvo el Granada en las botas de Brice, que estrelló su disparó desde la frontal en el poste de un Ter Stegen ya superado.
Lo que mermó las fuerzas del Granada fue la rigurosa expulsión del central Germán Sánchez que dejó al Granada con un futbolista menos a falta de 20 minutos. ¿Hubiera mostrado la segunda amarilla el colegiado a un futbolista del Barça por esa misma infracción? Sea como fuere, los de Diego Martínez perdían un efectivo para la presión alta y, junto al cansancio, no tuvieron más remedio que limitarse a defender.
Y ello conlleva sus riesgos en el Camp Nou. El Barça siguió con su presión tras pérdida en campo rival. Esa es otra de las señas de Setién; presionar hacia delante. Así, en uno de los pocos errores de la zaga visitante a la hora de sacar el balón, Riqui Puig recuperó el esférico cerca del área rival y Messi, tras una brillante jugada colectiva, decidió el choque. En los minutos finales el Barça pudo sentenciar a la contra, pero Griezmann no estuvo acertado y el líder terminó pidiendo la hora.
Lo cierto es que el Barça acaparó la posesión del balón, pero su circulación del balón fue lenta. En varios tramos el partido fue plomizo, puesto que por el hecho de priorizar el control del encuentro a través de la posesión a los futbolistas dirigidos por Quique Setién parecía que se les olvidaba atacar al rival. Al final, entre tanto pase, quien decidió fue el de siempre: Leo Messi.